Allá va mi primer relato cargado de mucha ilusión!Espero que os guste!
Abrazos de Dríada
Hubo un tiempo en el que existió la paz.
Una época en la que
la armonía, el viento y el sonido de los pájaros sonaban hasta estridentes. La
luz que se abría paso entre las hojas de los árboles solía iluminar hasta los
lugares más recónditos del bosque de Nëferet. Ella no quería ser la única que
no apreciase la llegada de un nuevo ser celestial.
Todavía no corría la guerra cuando Evangeline llegó al
mundo. Su pueblo siempre dijo que su nacimiento consiguió arrojar algo de
esperanza a la penumbra que asolaba al bosque durante ya varias décadas de
incertidumbre. La presencia de una fuerza mayor sobre ellos era palpable, tanto
en el ambiente como en sus peores pesadillas.
La majestuosa Hayatreen, sabia del clan de las dríadas, se
abrió paso entre la multitud vitoreante en silencio. Sus ojos dorados contaban
más allá de la savia que fluía por ellos, un montón de experiencia,
incertidumbre, tristeza... y un cierto anhelo de esperanza con una vida joven
entre ellas. No tenía corazón, pero notaba como su savia palpitaba de emoción. Amarrada aún a su árbol, asustada de perder vínculo directo
con él, temblaba una pequeña criatura todavía conectada a raíces y tallo del
joven y robusto roble (Quercus robur). Cuando decidió levantar sus párpados,
unos ojos almendra llenos de vida se abrieron por primera vez en años e
inundaron la sala de aura celestial.
El nacimiento de una dríada es un hecho complejo pero digno
de ver, aunque suele transcurrir en silencio a los ojos del resto de animales
del bosque. Llegado a su apogeo, una sílfide anciana acude al bosque de los Ënts
para caer en su profundo sueño milenario. Ella misma escarba entre la tierra, cavando
su propia tumba con las últimas fuerzas que le aportan sus pequeños miembros. A
medida que sus últimas horas pasan, acurrucada en contacto con el suelo,
comienza a echar raíces, su diminuto cuerpo desaparece, y adopta un color marrón,
algo más oscuro que la tierra que lo contiene. Pasadas ya las temporadas de
primeras lluvias, su exoesqueleto se reblandece y empieza a resquebrajarse
perdiendo toda la poca vida que en sí habita. Mas, cuando parece ya haber
muerto, en el primer eclipse lunar vuelve a la vida. La piel deja entrever una
semilla que se abre paso entre los suelos, y sale tímidamente a la superficie. Es en este momento cuando se celebra la
fiesta del árbol: el pueblo se reúne en torno a sus árboles para dar la
bienvenida a futuros huéspedes de su clan y les ponen nombre. La velada acaba
de madrugada con los primeros rayos solares, que, matutinos, orientan a los
brotes a erigirse de la penumbra por vez primera en la andanza de su
crecimiento. Una vez, cuando el árbol deja de crecer, una dríada viene al
mundo.
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Hayatreen acogió a Evangeline como su pupila, ganándose
incluso la envidia de algunos de sus compañeros aprendices. Ev, como la llamaba
su maestra sabia, aprendía rápido. No era raro verla acompañar a la sabia a
alguna de sus expediciones por el bosque, o trapicheando pro su despacho en
busca de algún libro raro olvidado que nadie prestara atención. Evangeline
creció en edad y en conocimientos, que atrajeron curiosidades a la joven dríada
a expandir sus horizontes más allá de sus tierras. Mientras tanto, la mecha de
Hayatreen soplaba cada vez con menor fuerza.
Cuando cumplió su 18 siglo, Ev pidió a Hayatreen el deseo de
ir a la isla de los dragones sobre la que tanto había oído hablar y relataban
sus libros. La sabia accedió de mala gana, pues últimamente las cosas andaban
un poco turbias en Bloggerland acerca de las disputas de los dragones con los elfos, y, claramente, no querían
problemas. Sin embargo, quería aprovechar sus últimas fuerzas para formar a
aquella joven ante la adversidad del mundo antes de que fuera demasiado tarde,
y que mejor que enseñarle tales parajes.
Emprendieron el viaje pocos días después, tras empaquetar
unos cuantos víveres y comunicado al consejo del pueblo su partida, quienes accedieron un
poco preocupados a aquella travesía caprichosa de ambas dríadas. El viaje se hizo ameno, pues cuando Hayatreen no estaba
contando anécdotas o historias acerca de Bloggerland a la joven Evangeline, le
aportaba clases prácticas de botánica o sabios consejos que nunca debería
olvidar.
Al quinto día de haber partido, llegaron a Aledis, la isla
de los dragones, con el cielo un poco emparedado de nubes:
-Parece que los dioses están enfadados- susurró Hayatreen
esbozando una sonrisa sarcástica. Su porte, majestuoso y callado, a veces
dejaba entrever su adicta afición a la aventura; o a su humor esporádico, que
en alguna de aquellas sonrisas le hacían rejuvenecer.
Una rama crujió unos pasos más allá de ellas. Ambas se
giraron bruscamente. Hayatreen blandió su bastón hacia el lugar de dónde
provenía aquel sonido. Estaba conjurando un hechizo de petrificación, cuando
unas preciosas alas asomaron tras el matorral.
- ¡Espera! -gritó Evangeline hacia su sabia. Se acercó
sigilosamente al matorral mientras recitaba un hechizo y apartaba hojas con
sumo cuidado. Ya próxima al arbusto, distinguió unos enormes ojos dragoniles
que le miraban con la misma curiosidad que invadía su propia mirada. Evangeline trató de recordar sus clases de élfico y arcano,
pero o el dragón no la entendía; o su sabia lo había petrificado; o estaba tan
nerviosa que solo articulaba palabras sin sentido.
Fue entonces cuando el dragón decidió que era hora de
marcharse y emprendió el vuelo. Las escamas de su cuerpo brillaban fulgurantes
bajo la luz del sol, obnubilando a cualquier ser que se cruzara en su camino. Evangeline
le siguió con la mirada mientras se perdía en el horizonte con una cierta
admiración ofuscada.
La voz de su sabia la sacó de sus pensamientos:
- No se lo tengas en
cuenta a ese dragoncillo, estaba igual de asustado que tú al verle. -rio. -
Creo recordar que era el pequeño Vlad, ha crecido mucho desde la última vez que
le vi.
Los ojos de Evangeline petrificaron en la silueta de su
sabia: - ¿Le conoces? - preguntó sorprendida.
- Fui gran amiga de sus padres en otros tiempos- sonrió
Hayatreen tristemente
- ¿Y qué pasó? - La curiosidad invadió a la joven dríada
- Pues... ¡Diablos y tritones Evangeline!, ¿qué te he dicho
de sacar afuera tu curiosidad? Venga, continuemos, ya hemos perdido mucho
tiempo.
Tras una sarta de reproches y lecciones, Evangeline accedió
refunfuñando y prosiguieron su aventura.
Anduvieron durante unas eternas dos horas disfrutando la
arena fina negra de la playa del deseo, hasta toparse con una gran montaña
rocosa. En lo alto, se alzaba un castillo abrumadoramente siniestro y en cierto
modo aterrador, del que salían lavas de fuego por sus laterales y cuyos
torreones eran apenas visibles entre tanta humareda.
- ¿Vamos a subir hasta allí arriba? - preguntó sin apenas
voz Ev.
- Digamos que vamos a intentarlo, ¡manos a la obra!... digo…
¡a la roca! - dijo Hayatreen mientras se reía de su chiste malo y Ev suspiraba.
Ambas dríadas comenzaron a escalar la montaña. Poco después
de que cayese el primer sol y su luna crepitase sobre sus cabezas, llegaron a
la cima. Una mezcla de azufre y humo tiznante cargaban el ambiente.
-Hace
muchísimo calor.-dijo Ev, desprendiéndose de su capa verde hoja. - Diles a los
amos que se han dejado la estufa puesta y... - Una mirada de reproche de su
maestra acalló a la joven dríada. En lo alto, de repente, una sombra invadió
sus cabezas y acto seguido exhaló una llamarada.
Hayatreen, sin dudarlo, rodó hasta la joven y envolvió a Ev
junto a ella con su bastón mágico, en milésimas de segundo antes de morir
abrasadas.
- Vaya vaya... ¿qué hacen dos seres tan peculiares por mis
tierras? - bramó una voz entre aleteos que poco después cesaron. - Espera, ¿Que
ven mis viejos ojos de dragón? ¿Hayatreen, eres tú? ¿Qué te trae por aquí?
- Saludos, señor de los dragones- respondió la sabia
mientras hacía acto de reverencia - Simplemente estoy enseñando a uno d mis
pupilos las tierras de Bloggerland-. Agarró a Evangeline y la postró delante
del hocico de aquel ser escamado, cansado por los años (y con un cierto hedor
de no haberse duchado en días). - Esta es Evangeline, presenta tus respetos al
señor de los dragones joven.
- Es...un...pl..placer, señor - balbuceó la dríada, agachándose
torpemente.
- ¿Desde cuándo tus aprendices son tan tontas y menudas,
Hay? - sonrió el viejo dragón, dejando entrever una fila de magníficos dientes.
- ¿Y desde cuando los viejos tan insolentes? - bramó Ev
lanzándole una mirada desafiante.
- Oh, veo que el joven arbolito tiene agallas. -rio mientras
se dirigía a Hayatreen - Supongo que es la época, mi hijo anda últimamente
también muy voraz e impertinente. A todo esto, ¿le habéis visto?
Una sombra volvió a tapar el sol dorado, esta vez más
fugazmente. Una dragona de porte majestuoso se posó al lado del viejo dragón
mientras miraba con cierta superioridad a Hayatreen, quién endurecía la visión.
Acto seguido se dirigió al dragón, parecía enfadada:
- ¿Tienes un minuto? Vlad la ha vuelto a liar, esta vez con
las sirenas - dijo resoplando al que parecía ser su compañero.
El sabio, resignado, asintió con la cabeza y, tras
despedirse de las dríadas, levantó el vuelo junto a la dragona.
- No ha cambiado nada... - farfulló Hayatreen y, por un
momento, pareció sentir tristeza en sus ojos - Será mejor que demos esta
aventura por finalizada- dijo dirigiéndose a su pupila -, al menos en la isla
de los dragones.
*****************************
Tras dormir unas pocas horas y cargar raíces en un extremo
alejado de la playa, las dríadas se embarcaron en su viaje de vuelta. A los
pocos pasos de empezar a caminar, Ev soltó una idea que llevaba pensando desde
hace unas horas:
- ¿Por qué parecía que conocías a ese dragón y aun así te
hacía sentir incómoda, maestra?
- Puf es una larga historia, Evangeline. Pero, básicamente,
es el sabio de los dragones. Conozco a todos los sabios de cada clan. Es parte
de lo que acarrea ser sabia de tu tribu, querida.
- Ya, pero por eso ¿tienes que permitir que te hable con esa
impertinencia?
- No, pero es que él es así. -suspiró. - Siempre lo ha sido
-dijo entre dientes mientras miraba al suelo.
Durante el viaje de regreso, Evangeline aprovechó para
practicar con su maestra sus habilidades. La mayoría de sus poderes eran de
desgaste, pues, como le había explicado su maestra, al estar tanto en contacto
con la naturaleza, solo podían proveerse de ella. "Polvo de
adormideras" dejó dormidos a unos cuantos hombres lobo en Indivar, y
"enredaderas" le propició alguna carrera contra alguna gárgola
enfurecida por haberle dado "sin querer" con sus ramas.
– Nunca dejaré que nadie me tache de débil. Trabajaré todo lo que haga falta para proteger a mi pueblo y no me rendiré – pensaba la joven cada vez que fallaba forjando su espíritu, alentadora.
– Nunca dejaré que nadie me tache de débil. Trabajaré todo lo que haga falta para proteger a mi pueblo y no me rendiré – pensaba la joven cada vez que fallaba forjando su espíritu, alentadora.
Llegaron a la Cordillera Hirelda cuando la luz empezaba a
arañar las profundidades del bosque de los Ënts a lo lejos.
- Evangeline, antes de que volvamos a casa prométeme que
siempre será fiel a tu pueblo, que lucharás por ayudar a cualquiera que lo
necesite, y, ante todo, tendrás un corazón valiente y puro.
Ev quedó callada ante las palabras de su maestra, y poco
después respondió:
- Jamás dejaría sufrir a uno de los míos...Te lo prometo
maestra, aunque el mundo estalle en guerra, nunca te defraudaré.
- Bien, pues va siendo hora de un buen té y de que podemos
esas ramas, pequeña. Volvamos a casa - sonrió Hayatreen.
Evangeline le devolvió la sonrisa y bajó corriendo la cumbre
para reunirse con sus hermanos chillando y brincando, mientras su sabia la
observaba.
-...Y nunca olvides que siempre estaré contigo, mi pequeña
Ev- pensó mientras la savia corría por sus mejillas y una planta brotaba a sus
pies.
*****************************
Nunca olvidaré la expresión de sorpresa en los ojos de
Hayatreen cuando exhalé mi primer suspiro y pestañeé encontrándome con su sabia
mirada. Desde ese momento creo que supe que ella velaría por mi existencia hasta
que sus fuerzas le abandonaran.
La guerra ha comenzado
y ya me ha apartado de muchos seres queridos. Protegeré mi pueblo con mi vida.
Me niego a derramar más sangre inocente de mis hermanos y a tener que
enterrarlos bajo sus árboles por un mero capricho de un ser superior.
¡ Hi!!
ResponderEliminarNo me esperaba la aparición del padre de Vlad o de esta Hay. Woooh!
Me mola como has descrito la muerte y el nacer de una driada owo.
Y el vídeo a quedado genial de acompañante.
Entonces Osiris debió conocer a tu Hay :D Yeija!
Y siento mucha curiosidad sobre esa relación extraña entre la driada y el dragón. Mmm... ahí pasó algo.
Relato fabuloso n///n espero leer más!
Todo tiene un inicio y una explicación. Pues seguramente que Hay conociera a Osiris, me encantaría saber esa historia.
EliminarSí, yo también estoy intrigada entre que pasó entre ambos para ser así.
Un abrazo de dríada, y gracias por leerme
Ev
¡Hola!
ResponderEliminarQue buen relato :D Me ha picado la curiosidad de leer un poquito más :D Además lo has combinado superbien con las fotos y el vídeo! ¡Bravo!
Por cierto, vengo de la iniciativa de Granitos de Arena y ya me quedo por aquí y te sigo ^.^
Nos leemos! Besitos <3
Muchísimas gracias! Espero poder continuar con una segunda parte igual de deleitable.
ResponderEliminarYa estoy echando un ojo por tu blog y me da que me gusta demasiado jaja.
Un abrazo
Buena entrada (: Tu blog está muy chulo, ya tienes nueva seguidora ^^ Me quedo por aquí (; Espero que te pases por el mío c: Kisses.
ResponderEliminarPrecioso Evangeline! Ya estoy deseando que escribas más. Me encantan las dríadas gracias a tí. Yo también he empezado mi historia como elfa. Espero que te pases a echarle un ojillo a ver qeu te parece.
ResponderEliminarAyy muchas gracias Luxi pequeña elfa. Estoy deseando leerla!!
EliminarUn abrazo de dríada ;)