Y de repente abrió los ojos... y deseó volverlos a cerrar porque no podía creer lo que veía.
Gente triste,sin esperanza,sin alma, sin ánimo a seguir, que había perdido toda la ilusión de aprender, de disfrutar de la vida; que ya no desean y apenas sienten,que ya han olvidado todas sus metas a conseguir al recorrer su camino, su senda...
Que solo se fijan en lo material, en lo físico, y rechazan todo lo demás, lo importante; que las cosas que casi siempre suelen ser las más importantes ,no se suelen decir , y olvidar decir cada día ''un te quiero'', ''un te amo'',un''gracias por todo'',...hacen que esta sociedad ya no sea lo que era antes.
Que ya uno desconfíe de todos, cuando de pequeño se iba con el primero que le daba la mano. A eso, también se le llama madurar, pero madurar ¿en qué sentido?¿Para bien;o para mal?
Cada vez más, las personas se vuelven más frías,más desconfiadas,más gruñonas..., convirtiéndose casi en bloques de piedra o gélido hielo que ya ni posee capacidad para amar, y de ayudar al que yace caído a su lado a levantarse...
Po r todo eso, y más, Evila, quiso de nuevo volver a caer en un profundo sueño.Se encontraba sola, en ese nuevo mundo, del que tanto había hablar , y al cuál todavía no parecía haber llegado.A primera vista, nada se parecía a lo que le habían relatado de este; al menos eso fue lo que sintió al principio nada más llegar.
Gente en las esquinas ,tiradas,con harapos,apenas cubiertos y pidiendo limosna,mientras otros muchos pasaban a su alrededor, con una aparente prisa contínua, que luego no les llevaba a nada más que a continuar caminando ,corriendo a tomar un taxi, o a estar pegados al dispositivo móvil.Y es que, aparecer en Manhattan un día de diario,era así; siempre igual de monótono.
Todo el mundo parecía infeliz,nadie era feliz; unos se empujaban a otros para alcanzar cuanto antes ese sitio al que tanto les urgía....Pero lo más sorprendente, es que nadie reparaba en ella.La gente estaba tan ocupada y atareada, que ya ni les parecía raro ver a una chica de unos 16 años de tez de un cierto tono azulado, tendida en el suelo, atónita; con ciertos ropajes un tanto diferentes y algo estrambóticos al ojo humano.
Fue entonces cuando él cruzó la calle y la vió por primera vez; y desde ese momento supo que era diferente.
Se acercó sigilosamente con una dulce y encantadora sonrisa, y...
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