Porque caminando se va haciendo camino al andar...
Sendas de déjà vu perseguidas por almas gemelas que acuden a su encuentro ¿por simplemente pura casualidad?
- ¿Te das cuenta de que nada ha cambiado en estos 20 años y a la vez ha cambiado todo? Seguimos sentadas en la misma mesa de madera carcomida de esta cafetería hablando de la vida mientras afuera corre el tiempo.
- Es curioso, la última vez que te ví no estabas tan reflexiva acerca de la vida, Marian. Ya sabes que la gente viene y va , que cambia y se redescubre, ¿por qué tanta filosofía?
- Por ningún motivo en especial. Solo me he dado cuenta de eso, que seguimos corriendo detrás del tiempo en vez de ir a la cabeza ¿Recuerdas cuando salíamos a dar vueltas y perdernos por las calles de Madrid?
- Eran otros tiempos, Marian. Ahora somos madres y tenemos otras ocupaciones. Entre compras, la casa, los niños... no hay tiempo para nada.
- ¿Ves? De eso te hablo, Bianca. Porque seamos madres no tenemos que dejar de divertirnos. Cuando éramos estudiantes teníamos otras preocupaciones y ocupaciones, cuando trabajábamos otras diferentes... ¿Cuándo perdimos la alegría por vivir?Dime.
- No es perder la alegría por vivir, sino anteponer otras necesidades a las tuyas.
- ¿Y crees que al anteponerlas tienes que arrancar de cuajo tu propia felicidad?
- No, pero para tí es fácil decirlo. Con dos sueldos y una jubilación a la vuelta de la esquina se vive bien.
- Bueno, ya sabes que si necesitas algo, aquí me tienes. Lo estuve cuando nacieron tus hijos, cuando falleció tu marido, ahora no iba a ser menos...
- La verdad es que tienes razón, con 65 años no está todo perdido. Quizá me anime a hacer alguna excursión de esas tuyas.Háblame acerca de esa que hiciste a Egipto...
La lluvia golpeaba los cristales de aquella pequeña cafetería escondida en una recóndita esquina mientras dos viejecitas sostenían en sus tazones de chocolate el fuerte espíritu de la amistad y avivaban su llama de juventud a la luz de la estufa.
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Nunca es tarde para ser feliz y empezar a hacer lo que te gusta. Que la edad no te quite de tus sueños de joven. Si no hacemos más que perder tiempo, un día moriremos ya estando muertos.
Una época en la que
la armonía, el viento y el sonido de los pájaros sonaban hasta estridentes. La
luz que se abría paso entre las hojas de los árboles solía iluminar hasta los
lugares más recónditos del bosque de Nëferet. Ella no quería ser la única que
no apreciase la llegada de un nuevo ser celestial.
Todavía no corría la guerra cuando Evangeline llegó al
mundo. Su pueblo siempre dijo que su nacimiento consiguió arrojar algo de
esperanza a la penumbra que asolaba al bosque durante ya varias décadas de
incertidumbre. La presencia de una fuerza mayor sobre ellos era palpable, tanto
en el ambiente como en sus peores pesadillas.
La majestuosa Hayatreen, sabia del clan de las dríadas, se
abrió paso entre la multitud vitoreante en silencio. Sus ojos dorados contaban
más allá de la savia que fluía por ellos, un montón de experiencia,
incertidumbre, tristeza... y un cierto anhelo de esperanza con una vida joven
entre ellas. No tenía corazón, pero notaba como su savia palpitaba de emoción. Amarrada aún a su árbol, asustada de perder vínculo directo
con él, temblaba una pequeña criatura todavía conectada a raíces y tallo del
joven y robusto roble (Quercus robur). Cuando decidió levantar sus párpados,
unos ojos almendra llenos de vida se abrieron por primera vez en años e
inundaron la sala de aura celestial.
El nacimiento de una dríada es un hecho complejo pero digno
de ver, aunque suele transcurrir en silencio a los ojos del resto de animales
del bosque. Llegado a su apogeo, una sílfide anciana acude al bosque de los Ënts
para caer en su profundo sueño milenario. Ella misma escarba entre la tierra, cavando
su propia tumba con las últimas fuerzas que le aportan sus pequeños miembros. A
medida que sus últimas horas pasan, acurrucada en contacto con el suelo,
comienza a echar raíces, su diminuto cuerpo desaparece, y adopta un color marrón,
algo más oscuro que la tierra que lo contiene. Pasadas ya las temporadas de
primeras lluvias, su exoesqueleto se reblandece y empieza a resquebrajarse
perdiendo toda la poca vida que en sí habita. Mas, cuando parece ya haber
muerto, en el primer eclipse lunar vuelve a la vida. La piel deja entrever una
semilla que se abre paso entre los suelos, y sale tímidamente a la superficie. Es en este momento cuando se celebra la
fiesta del árbol: el pueblo se reúne en torno a sus árboles para dar la
bienvenida a futuros huéspedes de su clan y les ponen nombre. La velada acaba
de madrugada con los primeros rayos solares, que, matutinos, orientan a los
brotes a erigirse de la penumbra por vez primera en la andanza de su
crecimiento. Una vez, cuando el árbol deja de crecer, una dríada viene al
mundo.
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Hayatreen acogió a Evangeline como su pupila, ganándose
incluso la envidia de algunos de sus compañeros aprendices. Ev, como la llamaba
su maestra sabia, aprendía rápido. No era raro verla acompañar a la sabia a
alguna de sus expediciones por el bosque, o trapicheando pro su despacho en
busca de algún libro raro olvidado que nadie prestara atención. Evangeline
creció en edad y en conocimientos, que atrajeron curiosidades a la joven dríada
a expandir sus horizontes más allá de sus tierras. Mientras tanto, la mecha de
Hayatreen soplaba cada vez con menor fuerza.
Cuando cumplió su 18 siglo, Ev pidió a Hayatreen el deseo de
ir a la isla de los dragones sobre la que tanto había oído hablar y relataban
sus libros. La sabia accedió de mala gana, pues últimamente las cosas andaban
un poco turbias en Bloggerland acerca de las disputas de los dragones con los elfos, y, claramente, no querían
problemas. Sin embargo, quería aprovechar sus últimas fuerzas para formar a
aquella joven ante la adversidad del mundo antes de que fuera demasiado tarde,
y que mejor que enseñarle tales parajes.
Emprendieron el viaje pocos días después, tras empaquetar
unos cuantos víveres y comunicado al consejo del pueblo su partida, quienes accedieron un
poco preocupados a aquella travesía caprichosa de ambas dríadas. El viaje se hizo ameno, pues cuando Hayatreen no estaba
contando anécdotas o historias acerca de Bloggerland a la joven Evangeline, le
aportaba clases prácticas de botánica o sabios consejos que nunca debería
olvidar.
Al quinto día de haber partido, llegaron a Aledis, la isla
de los dragones, con el cielo un poco emparedado de nubes:
-Parece que los dioses están enfadados- susurró Hayatreen
esbozando una sonrisa sarcástica. Su porte, majestuoso y callado, a veces
dejaba entrever su adicta afición a la aventura; o a su humor esporádico, que
en alguna de aquellas sonrisas le hacían rejuvenecer.
Una rama crujió unos pasos más allá de ellas. Ambas se
giraron bruscamente. Hayatreen blandió su bastón hacia el lugar de dónde
provenía aquel sonido. Estaba conjurando un hechizo de petrificación, cuando
unas preciosas alas asomaron tras el matorral.
- ¡Espera! -gritó Evangeline hacia su sabia. Se acercó
sigilosamente al matorral mientras recitaba un hechizo y apartaba hojas con
sumo cuidado. Ya próxima al arbusto, distinguió unos enormes ojos dragoniles
que le miraban con la misma curiosidad que invadía su propia mirada. Evangeline trató de recordar sus clases de élfico y arcano,
pero o el dragón no la entendía; o su sabia lo había petrificado; o estaba tan
nerviosa que solo articulaba palabras sin sentido.
Fue entonces cuando el dragón decidió que era hora de
marcharse y emprendió el vuelo. Las escamas de su cuerpo brillaban fulgurantes
bajo la luz del sol, obnubilando a cualquier ser que se cruzara en su camino. Evangeline
le siguió con la mirada mientras se perdía en el horizonte con una cierta
admiración ofuscada.
La voz de su sabia la sacó de sus pensamientos:
- No se lo tengas en
cuenta a ese dragoncillo, estaba igual de asustado que tú al verle. -rio. -
Creo recordar que era el pequeño Vlad, ha crecido mucho desde la última vez que
le vi.
Los ojos de Evangeline petrificaron en la silueta de su
sabia: - ¿Le conoces? - preguntó sorprendida.
- Fui gran amiga de sus padres en otros tiempos- sonrió
Hayatreen tristemente
- ¿Y qué pasó? - La curiosidad invadió a la joven dríada
- Pues... ¡Diablos y tritones Evangeline!, ¿qué te he dicho
de sacar afuera tu curiosidad? Venga, continuemos, ya hemos perdido mucho
tiempo.
Tras una sarta de reproches y lecciones, Evangeline accedió
refunfuñando y prosiguieron su aventura.
Anduvieron durante unas eternas dos horas disfrutando la
arena fina negra de la playa del deseo, hasta toparse con una gran montaña
rocosa. En lo alto, se alzaba un castillo abrumadoramente siniestro y en cierto
modo aterrador, del que salían lavas de fuego por sus laterales y cuyos
torreones eran apenas visibles entre tanta humareda.
- ¿Vamos a subir hasta allí arriba? - preguntó sin apenas
voz Ev.
- Digamos que vamos a intentarlo, ¡manos a la obra!... digo…
¡a la roca! - dijo Hayatreen mientras se reía de su chiste malo y Ev suspiraba.
Ambas dríadas comenzaron a escalar la montaña. Poco después
de que cayese el primer sol y su luna crepitase sobre sus cabezas, llegaron a
la cima. Una mezcla de azufre y humo tiznante cargaban el ambiente.
-Hace
muchísimo calor.-dijo Ev, desprendiéndose de su capa verde hoja. - Diles a los
amos que se han dejado la estufa puesta y... - Una mirada de reproche de su
maestra acalló a la joven dríada. En lo alto, de repente, una sombra invadió
sus cabezas y acto seguido exhaló una llamarada.
Hayatreen, sin dudarlo, rodó hasta la joven y envolvió a Ev
junto a ella con su bastón mágico, en milésimas de segundo antes de morir
abrasadas.
- Vaya vaya... ¿qué hacen dos seres tan peculiares por mis
tierras? - bramó una voz entre aleteos que poco después cesaron. - Espera, ¿Que
ven mis viejos ojos de dragón? ¿Hayatreen, eres tú? ¿Qué te trae por aquí?
- Saludos, señor de los dragones- respondió la sabia
mientras hacía acto de reverencia - Simplemente estoy enseñando a uno d mis
pupilos las tierras de Bloggerland-. Agarró a Evangeline y la postró delante
del hocico de aquel ser escamado, cansado por los años (y con un cierto hedor
de no haberse duchado en días). - Esta es Evangeline, presenta tus respetos al
señor de los dragones joven.
- Es...un...pl..placer, señor - balbuceó la dríada, agachándose
torpemente.
- ¿Desde cuándo tus aprendices son tan tontas y menudas,
Hay? - sonrió el viejo dragón, dejando entrever una fila de magníficos dientes.
- ¿Y desde cuando los viejos tan insolentes? - bramó Ev
lanzándole una mirada desafiante.
- Oh, veo que el joven arbolito tiene agallas. -rio mientras
se dirigía a Hayatreen - Supongo que es la época, mi hijo anda últimamente
también muy voraz e impertinente. A todo esto, ¿le habéis visto?
Una sombra volvió a tapar el sol dorado, esta vez más
fugazmente. Una dragona de porte majestuoso se posó al lado del viejo dragón
mientras miraba con cierta superioridad a Hayatreen, quién endurecía la visión.
Acto seguido se dirigió al dragón, parecía enfadada:
- ¿Tienes un minuto? Vlad la ha vuelto a liar, esta vez con
las sirenas - dijo resoplando al que parecía ser su compañero.
El sabio, resignado, asintió con la cabeza y, tras
despedirse de las dríadas, levantó el vuelo junto a la dragona.
- No ha cambiado nada... - farfulló Hayatreen y, por un
momento, pareció sentir tristeza en sus ojos - Será mejor que demos esta
aventura por finalizada- dijo dirigiéndose a su pupila -, al menos en la isla
de los dragones.
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Tras dormir unas pocas horas y cargar raíces en un extremo
alejado de la playa, las dríadas se embarcaron en su viaje de vuelta. A los
pocos pasos de empezar a caminar, Ev soltó una idea que llevaba pensando desde
hace unas horas:
- ¿Por qué parecía que conocías a ese dragón y aun así te
hacía sentir incómoda, maestra?
- Puf es una larga historia, Evangeline. Pero, básicamente,
es el sabio de los dragones. Conozco a todos los sabios de cada clan. Es parte
de lo que acarrea ser sabia de tu tribu, querida.
- Ya, pero por eso ¿tienes que permitir que te hable con esa
impertinencia?
- No, pero es que él es así. -suspiró. - Siempre lo ha sido
-dijo entre dientes mientras miraba al suelo.
Durante el viaje de regreso, Evangeline aprovechó para
practicar con su maestra sus habilidades. La mayoría de sus poderes eran de
desgaste, pues, como le había explicado su maestra, al estar tanto en contacto
con la naturaleza, solo podían proveerse de ella. "Polvo de
adormideras" dejó dormidos a unos cuantos hombres lobo en Indivar, y
"enredaderas" le propició alguna carrera contra alguna gárgola
enfurecida por haberle dado "sin querer" con sus ramas.
– Nunca
dejaré que nadie me tache de débil. Trabajaré todo lo que haga falta para
proteger a mi pueblo y no me rendiré – pensaba la joven cada vez que fallaba forjando su espíritu, alentadora.
Llegaron a la Cordillera Hirelda cuando la luz empezaba a
arañar las profundidades del bosque de los Ënts a lo lejos.
- Evangeline, antes de que volvamos a casa prométeme que
siempre será fiel a tu pueblo, que lucharás por ayudar a cualquiera que lo
necesite, y, ante todo, tendrás un corazón valiente y puro.
Ev quedó callada ante las palabras de su maestra, y poco
después respondió:
- Jamás dejaría sufrir a uno de los míos...Te lo prometo
maestra, aunque el mundo estalle en guerra, nunca te defraudaré.
- Bien, pues va siendo hora de un buen té y de que podemos
esas ramas, pequeña. Volvamos a casa - sonrió Hayatreen.
Evangeline le devolvió la sonrisa y bajó corriendo la cumbre
para reunirse con sus hermanos chillando y brincando, mientras su sabia la
observaba.
-...Y nunca olvides que siempre estaré contigo, mi pequeña
Ev- pensó mientras la savia corría por sus mejillas y una planta brotaba a sus
pies.
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Nunca olvidaré la expresión de sorpresa en los ojos de
Hayatreen cuando exhalé mi primer suspiro y pestañeé encontrándome con su sabia
mirada. Desde ese momento creo que supe que ella velaría por mi existencia hasta
que sus fuerzas le abandonaran.
Y así lo hizo.
La guerra ha comenzado
y ya me ha apartado de muchos seres queridos. Protegeré mi pueblo con mi vida.
Me niego a derramar más sangre inocente de mis hermanos y a tener que
enterrarlos bajo sus árboles por un mero capricho de un ser superior.
Soy Evangeline, actual sabia de dríadas y busco justicia.
Va siendo hora de dar explicaciones de por qué parece que he abandonado esto, la verdad no ha sido así.
Me he puesto a estudiar html a tope full porque quiero darle un lavado de cara a todo el blog, y los diseños no me terminan de convencer ninguno.
Aun así , no he abandonado la escritura y sé que en cuanto vuelva se notará porque habrá dos entradas al menos a la semana.
Solo deciros que gracias por la paciencia, y que trato de compensároslo con un relato de Bloggerland, el primero de mi personaje vaya.
A pesar de que tengo el blog así, y que últimamente no me dirijo a vosotros más que para disculparme por mi tardanza en regresar, me gustaría hablar del evento al que acudí ayer en La ciudad invisible, en la calle callao de Madrid.
Dos personas a las que apenas conocía presentaban sus niños recién nacidos, dos libros escritos con sus pros y sus sudores, pero llevados a cabo, aunque fuera por fecha límite (como decía ella).
Ella, la cual nos deleitó incluso con canciones ajenas como "La cama"(que en mi opinión debía pensar seriamente versionar). Él, que sabía poner cada tildes a las íes, y realidad a cada uno de nuestros pensamientos.
Él, un chico que de primeras parecía ya alguien que desentona con el mundo que le rodea, y ella con una risa fluída cargada de anécdotas; supieron llevar a cabo una noche dinámica, leyendo fragmentos, poniendo banda sonora a sus palabras, y haciéndonos partícipes de sus andanzas.
Daniel Ojeda y María Villalón presentaron ayer sus libros, respectivamente: "Cómeme si te atreves", y "El insólito viaje de una gota de lluvia".
La verdad es que ayer,a pesar de que este blog ya tienes unos cuantos añitos, descubrí que ser blogger no se lleva en la soledad. Aprendes más rodeado de gente, y te brinda a conocer miles de millones de personas más insólitamente maravillosas. Una de ellas fue la que me arrastró (por suerte) a estos lares, sofíasopadeletras, brindándome la oportunidad de disfrutar y vivir en los lugares más recónditos de Madrid.
A continuación, dejo alguna de las canciones de María como los relatos de Dani... En acústico y directo me dejaron con los pelos de punta*_*
Gracias a ti lector, que lees esto, por darme ganas de seguir, y a todas las personas modélicas que ya son ídolos para mí.
Saludos!
Como habreís visto en estos últimos meses, he estado probando nuevos estilos y fondos para el blog.
Aún todavía no me convence y me queda por encontrar el carácter y cara que busco para daros el blog a conocer.
No prometo que sea un cambio inminente y muy próximo;
solo espero que sea cuanto antes.
Un saludo!
E. de Eva's Way